23 de mayo de 2012

Zoroastrismo V


La muerte y el más allá1

La mayor aflicción general humana es la muerte, y la muerte fuerza las almas individuales, a través del periodo de la Mezcla, a abandonar el mundo getig y a regresar, por un tiempo, al deficiente estado menog. Cuando un espíritu se marcha, según Zoroastro, es juzgado sobre lo que ha hecho en esta vida para contribuir a la causa de la bondad. Enseñó que tanto las mujeres como los hombres, que tanto los siervos como los amos, pueden esperar alcanzar el Paraíso, pues la barrera física de los días paganos, el “Puente del Separador”, se vuelve, en su revelación, en un lugar de juicio moral donde cada alma deberá depender, no del poder y riqueza de las ofrendas en la vida que haya dejado atrás, sino de sus propios logros éticos. En este juicio Mithra preside el tribunal, flanqueado por Sraosha y Rashnu, quien sostiene la balanza de la justicia. En esta se pesan los pensamientos, las palabras y las acciones del alma, el bien en un lado, el mal en el otro. Si el bien es más pesado, el alma es juzgada digna del Paraíso, y es guiada por una hermosa doncella, la personificación de su propia conciencia (“daena”), a través del amplio puente y hacia arriba en lo alto. Si la balanza se inclina hacia el lado del mal, el puente se contrae al ancho del filo de la hoja de un cuchillo, y una horrorosa bruja que se encuentra con el alma mientras intenta cruzar, la toma con sus brazos y se sumerge con ella en el infierno, “la morada de la Peor Intención” (Y 32.13), donde el malintencionado soporta un “largo periodo de miseria, de oscuridad, mala comida y de la verdadera aflicción” (Y 31.20). El concepto de infierno, un lugar de tormento presidido por Angra Mainyu, parece ser del propio Zoroastro, creado por su profundo sentido de la necesidad de justicia. Aquellas pocas almas “cuyas falsedades quedan en justo equilibrio” (Y 33.1) van al “Lugar de los Mezclados”, Misvan Gatu, donde, como en el antiguo reino de inframundo de los muertos, llevan una existencia gris, sin alegrías ni penas.
     Incluso para las almas en el Paraíso la dicha absoluta no será perfecta durante el periodo de Mezcla, pues la felicidad completa sólo podrá venir otra vez en el Frashegird. Los iranios paganos habían sostenido presumiblemente que inmediatamente después de que cada alma bendecida alcanzara el Paraíso, se reuniría con su cuerpo resucitado, para vivir otra vez una vida feliz con plena sensación; sin embargo, Zoroastro enseñaba que los bendecidos debían esperar esta culminación hasta el Frashegird y el “cuerpo futuro” (en los libros Pahlavi “tan i pasen”), cuando la tierra devolviera los huesos de los muertos (Y 30.7). Esta resurrección general será sucedida por el Juicio Final, el cual separará a todos los rectos de los perversos, tanto a aquellos que hayan vivido hasta ese momento, como a aquellos que ya hayan sido juzgados. Entonces Airyaman, el Yazata de la amistad y la curación, junto con Atar, el Fuego, fundirán todo el metal en las montañas, y este fluirá en un río resplandeciente sobre la tierra. Toda la humanidad deberá pasar por este río, y como se dice en un texto Pahlavi, “para aquel que es recto, parecerá leche tibia y para aquel que es malintencionado, parecerá como si caminara descalzo sobre metal fundido” (GBd XXXIV. r8-r9). En esta gran visión apocalíptica, Zoroastro fusionó, quizá inconscientemente, los relatos de erupciones volcánicas y corrientes de lava ardiente, con sus propias experiencias de las pruebas iranias con metal fundido; de acuerdo con su estricta enseñanza original, la justicia estricta prevalecerá entonces, como en cada juicio individual sobre la tierra por una prueba abrasadora. Así que en esta última prueba de todos, los perversos sufrirán una segunda muerte, y desaparecerán de la faz de la tierra. Los Daevas y las legiones de la oscuridad habrán sido aniquilados en una última gran batalla con los Yazatas, y el río de metal fluirá hacia el infierno, dando muerte a Angra Mainyu y quemando el último vestigio de la maldad en el universo.
     Ahura Mazda y los seis Amesha Spentas entonces celebrarán un último yasna espiritual, al ofrecer el último sacrificio (después del cual no habrá más) y al hacer una preparación del místico “haoma blanco”, el cual conferirá inmortalidad a los cuerpos resucitados de todos los bendecidos, quienes participarán de esta. A partir de entonces los hombres se volverán como los Inmortales mismos, de un solo pensamiento, palabra y acto, sin envejecer, libres de enfermedad, sin corrupción, para siempre felices en el reino de Dios sobre la tierra. Pues es en este mundo familiar y bienamado, restaurado a su perfección original, en que, según Zoroastro, la eternidad ocurrirá en felicidad absoluta, y no en un Paraíso remoto e insustancial. Así que el periodo de Separación será una renovación del periodo de Creación, salvo que no se profetiza ningún regreso a la unicidad original de las cosas vivientes. Montaña y valle darán lugar una vez más a la llanura; sin embargo, mientras que al principio había una sola planta, un solo animal y un solo hombre, permanecerá para siempre la rica variedad y número que ha surgido de aquellos desde entonces. Similarmente, las muchas divinidades a las que les dio existencia Ahura Mazda, seguirán teniendo sus existencias separadas. No hay ninguna profecía de su reabsorción en el Altísimo. Como lo pone un texto Pahlavi: “después de Frashegird, Ohrmazd y los Amahraspands y todos los Yazads y los hombres estarán juntos... Cada lugar parecerá un jardín en primavera en que hay todo tipo de árboles y flores... Y será por completo la Creación de Ohrmazd” (Pah.Riv.Dd. XLVIII, 99, 100, 107).
     Zoroastro fue de este modo el primero en enseñar las doctrinas de un juicio individual, un Cielo y un Infierno, la futura resurrección del cuerpo, el Juicio Final general y la vida eterna para el alma y cuerpo reunidos. Estas doctrinas hubieron de volverse artículos familiares de fe para muchos de los hombres, a través de préstamos por parte del judaísmo, cristianismo y el islam; sin embargo, es en el zoroastrismo mismo que tienen su máxima coherencia lógica, puesto que Zoroastro insistía tanto en la bondad de la creación material y, en consecuencia, en la del cuerpo físico, como en la inquebrantable imparcialidad de la justicia divina. Según él, la salvación para el individuo dependía de la suma de sus pensamientos, palabras y actos, no había ninguna intervención, fuera compasiva o caprichosa, por parte de algún Ser divino para alterarla. Con tal doctrina, la creencia en el Día del Juicio tenía su fatal significado pleno: cada hombre había de asumir la responsabilidad del destino de su propia alma, como también de recibir parte de la responsabilidad por el destino del mundo. El evangelio de Zoroastro fue de este modo uno noble y enérgico, que llamó tanto al coraje y a la resolución en aquellos dispuestos a recibirlo.

1Viene de acá.

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