Estábamos Luis Rodrigo, Cuqui y yo en casa de José Luis comiendo tamales, por la Fiesta de la Candelaria, cuando José Luis nos dijo que Quijote, su gato, no se acercaba a su comida porque ya la había olido un gato. Y comenzó a explicarnos que los gatos suelen acercarse a oler la comida (me imagino que sobre las mesas) aunque no la coman y que hay personas a las que les desagrada que los gatos hagan eso con su comida (la de las personas, no la de los gatos); que así le pasa a Quijote: ya no se acerca a su comida porque él ya la ha olido. Entonces Cuqui replicó: “Entonces tu gato hace lo que tú: se piensa en tercera, cuarta, quinta persona”. Luis Rodrigo preguntó: “¿Cómo sería una cuarta persona?”, y continuó: “Estaría padre que hubiera tercera persona del plural para el caso en que uno se incluye y otra [también tercera] para el caso en que no”. Yo repliqué: “Es la primera persona del plural, y es que uno incluya o no a alguno de los interlocutores”. Dijo: “Sí, la primera”.
La plática se desvió, no recuerdo hacia qué tema; sin embargo, yo me quedé pensando en cómo o qué o cuál podría ser la cuarta persona, así que aproveché cuando se hizo un silencio corto para decir cuál sería: “La cuarta persona sería la persona de la que hablaría un tercero [y que no estuviera presente]... Se haría añadiendo una terminación a la tercera persona, y se añadiría otra vez para la quinta, y otra vez para la sexta, y otra vez para la séptima, y así”. A lo que Luis Rodrigo rápidamente sugirió: “Elet”. Y continué: “Ajá, elet, eletet, eletetet, y así; para la cuarta, quinta, sexta persona, y así. Por ejemplo, ‘Él dijo que elet es...’”. E interrumpiéndome, más o menos retador, me preguntó: “¿Y cómo se conjugaría el verbo ser en la cuarta persona?”. Nos miramos todos, salvo Luis Rodrigo, haciéndonos cara de “nooo, se está complicando”. Y Luis Rodrigo sugirió: “Eset... Ah, y para la cuarta persona del plural Ellots sonet”. Y todos nos empezamos a reír. José Luis dijo que parecía catalán. Y seguimos: “Ellats sonet”. Pero entonces pregunté: “¿Y si hay dos cuartas personas?”. Me contesté: “Habría que utilizar algo como los subíndices”. Y José Luis gritó desde la cocina (porque se paraba, caminaba a la cocina y se regresaba a la mesa): “¡Con un prefijo!”. Sugerí: “Pro”, y luego Luis Rodrigo: “Proto... Ah, no”. Proseguí: “Sí... No, mejor como español: ono, doso, treso..: onoelet”. Luis Rodrigo dijo: “Mejor sec para el segundo”. Sugerí: “seco”. Asintió: “Se oye bien”. Y solté una frase: “Onoelet le platicaba a sequelet que eletet era... muy loco”. (Por supuesto, no conjugué correctamente, pues debí decir: “Onoelet le platicábat a sequelet que eletet ératet muy loco”). Y nos empezamos a reír. Entonces añadí: “Se entiende todo, ¿no? Porque si no, diríamos: ‘Él le platicaba a él que él estaba muy loco’. No se entiende nada”.
Entonces cambiamos de tema otra vez. Pero luego de un buen rato de charla, me volví hacia Luis Rodrigo y le dije: “Creo que también habría que hacer pronombres de complemento directo, indirecto para las cuarta, quinta, sexta personas... Y así”.
En algún momento durante la plática sobre las personas posterciarias, Luis Rodrigo dijo que en el idioma de los huicholes sólo se puede hablar de lo que uno ve o de lo que otro le ha contado a uno que ha visto, pero no más allá; pero empezó a dudar si se trataba de los huicholes. Yo le dije que así era el idioma de los pirahãs; en palabras de su estudioso, Daniel Everett: “[Their] Grammar and... are restricted to concrete, immediate experience (where an experience is immediate in Pirahã if it has been seen or recounted as seen by a person alive at the time of telling)...”.
...Ahora que lo pienso, se podría decir: “El primero le platicaba al segundo que un tercero era muy loco”. Sin embargo, no queda claro si el tercero estaba presente o no (aunque eso se puede arreglar con una cláusula: “...un tercero, quien no estaba presente”). Me gustan más los sufijos, y los prefijos también.
4 comentarios:
Que leches
No pues guau no entendi
Que chido
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