Sentado estaba en una banca, con el rostro circunspecto; tomó su cabeza llevándola hasta las rodillas: un dolor como peso le molestaba: el catarro de la membrana pituitaria.
Con dificultad levantó el rostro al cielo: con pesadez volaban los pájaros, asimismo caminaban las hormigas en el suelo.
Un sonido retumbante desde su cabeza lo derribó. Descansando sobre el piso, dijo: “Preñada está mi cabeza”.
© Enrique Ruiz Hernández