Hace dos meses más o menos, Ángel nos envió a Pedro, Ovidio, Manuel, Neftalí y a mí, un mensaje por correo electrónico en el que nos retaba a escribir un cuento para el XIV Concurso Internacional de Cuento Navideño, Súbito, Breve y Electrónico. De hecho, sus palabras exactas fueron “Los reto todos, maricas... Escribamos un cuento y vamos a chupar a la premiación”. Yo contesté que no concursaría por sensibilidad al rechazo. A lo que Ovidio contestó: “Hagamos algo, Quique. Tú lo escribes y lo mandas con mis datos. Para que me rechacen a mí y no a ti. Y si gana el texto, pasaré a recibir el premio y diré públicamente que es tuyo. ¿Cómo ves? Incluso podríamos escribir un cuento entre todos. (Para que no sintamos tan feo)”. A mí me pareció una buena idea, así que propuse que fuera por turnos de cinco palabras. Sin que yo lo esperara, Neftalí propuso el inicio de la historia: “...para festejar el pasado bimilenario de la revolución religiosa: un reloj de arenavidad que señala el fin del mundo libre”. Francamente me sentí emocionado de que alguien se animara a que colectivamente hiciéramos un cuento (aunque no hubiera sido un comienzo de cinco palabras); así que me animé a continuar. Inopidamente, Ángel añadió las suyas.
[Neftalí]...para festejar el pasado bimilenario de la revolución religiosa: un reloj de arenavidad que señala el fin del mundo libre. [Quique] Mientras Nicolás de Patara miraba los granos caer con vehemente atención y una sonrisa demencial, Arrio se alistaba a montar su caballo para poder hacer llegar lo más pronto posible, a todos los rincones del mundo, el mensaje de que Cristo no era Dios. [Angel] Debía hacerlo antes de que se agotara la arenavidad, pues de otra forma Nicolás ganaría la apuesta y con ella el derecho de decidir cómo destruirían el universo.
Me emocioné de que el cuento colectivo creciera, pues unas líneas de Pedro sucedieron a las de Ángel, hasta que llegaron las nuevas líneas de Neftalí.
[Neftalí]...para festejar el pasado bimilenario de la revolución religiosa: un reloj de arenavidad que señala el fin del mundo libre. [Quique] Mientras Nicolás de Patara miraba los granos caer con vehemente atención y una sonrisa demencial, Arrio se alistaba a montar su caballo para poder hacer llegar lo más pronto posible, a todos los rincones del mundo, el mensaje de que Cristo no era Dios. [Angel] Debía hacerlo antes de que se agotara la arenavidad, pues de otra forma Nicolás ganaría la apuesta y con ella el derecho de decidir cómo destruirían el universo. [Pedro] Nicolás quería que todo acabara en una fiesta de luces y fanfarrías tan escandalosas que incluso en el pasado se escucharían las colisiones de galaxias. Arrio, de naturaleza más tranquila y espiritual, buscaba un final limpio, implosivo, que llevara al Ser a un quietismo eterno y una armonía inmóvil. [Neftalí_2] Arrio llegó sobre su caballo Luzbelén al primer gran rincón del mundo: el mayor nodo de comunicaciones de todo un continente. Y comenzó su comunicación viral: El sur es el lado surdo, por eso el colibrí solar es el verdadero Dios. Huitzilo. He aquí el poder de su brazo crispado, ha renacido en un niño entre ustedes. Y entonces la gente vio como ahora cada segundo tuvo su larga noche y su pequeño día.
Así que externé mi inconformidad: “Creo que el cuento se nos está saliendo de las manos. Está perdiendo consistencie y coherencia: está Arrio, que afirma que Cristo no es Dios. También tenemos que el verdadero Dios es un colibrí solar, Huitzilo. Nicolás y Arrio hicieron una apuesta de cómo destruir el universo: tienen capacidades divinas. Así que tenemos cuatro dioses o cuatro personajes con capacidades divinas. Por otro lado, tenemos que el reloj de arenavidad señala el fin del mundo libre; por otro, no sólo será el fin del mundo libre, sino del mundo sin más, pues Nicolás y Arrio lo destruirán. Sugiero que decidamos dejar un solo Dios (a lo más dos, sin que la historia pierda consistencia o coherencia) y un solo fin del mundo (¿va a ser fin del mundo sin más o fin del mundo libre?). ¿Qué hacemos?”.
También sugerí que cada quien explicara lo que tenía en mente para que el siguiente que añadiera algo, tuviera más o menos clara la idea del anterior y puediera añadir algo que no fuera en detrimento de la consistencia o coherencia de la historia. Así que le pregunté a Neftalí en qué estaba pensando cuando introdujo el término ‘arenavidad’, que qué era. Lueog le expliqué el porqué de mis líneas. Él me contestó que no le gustaría poner demasiadas referencias históricas, que porque el cuento perdería frescura, que porque él no era un académico: que todo lo sentía ajustado: “no me gusta porque no soy culto, jaja”. Además, dio una descripción de lo que posiblemente era la arenavidad. A mí me gustó mucho esa descripción y sugerí que se añadiera al cuento. También le respondí en lo que concernía a la aparente academicidad de mi referencia histórica: “la Wikipedia hace parecer culto a cualquiera”. Finalmente pregunté a los demás su opinión acerca de mis observaciones. Pedro externó sus pensamientos al respecto.
A ver. Yo creo que todo iba bien hasta, y no me lo tomes a mal Neftalí, que se metió la onda del dios huitzilo. Si se fijan, la estructura iba así:
Hasta ahí, el cuento pinta chido. Me gusta la parte de Neftalí de que Arrio llega con Luzbelén y al nodo de comunicaciones.
- Neftalí dio la imagen inicial.
- Quique puso a los personajes.
- Ángel describió el conflicto.
- Yo propuse las líneas generales de los carácteres de los personajes.
- Neftalí puso la primera acción: la llegada al nodo de comunicaciones.
De este punto, es sólo cuestión de volver a agarrar situación y conflicto. Llega Arrio a Luzbelén, ¿a qué? A decir que Cristo no es Dios. Pero ¿de qué manera influye eso en su apuesta? ¿por qué habría de decirles a los hombres ese mensaje?
Otra cosa, mejor modificar lo del mundo libre y que sea simplemente la destrucción del universo.
Sin dejar la espontaneidad de la creación colectiva y sin llegar a querer mezclar cuentos que cada uno tiene pensados ya completos, hay que tratar de agarrar el hilo de lo que dijo el anterior y no dispararlo de más.
Y ¡bolas: Pedro le quitó un cacho a las líneas de Neftalí! Además, añadió unas líneas suyas.
[Neftalí]...para festejar el pasado bimilenario de la revolución religiosa: un reloj de arenavidad que señala el fin del mundo libre. [Quique] Mientras Nicolás de Patara miraba los granos caer con vehemente atención y una sonrisa demencial, Arrio se alistaba a montar su caballo para poder hacer llegar lo más pronto posible, a todos los rincones del mundo, el mensaje de que Cristo no era Dios. [Angel] Debía hacerlo antes de que se agotara la arenavidad, pues de otra forma Nicolás ganaría la apuesta y con ella el derecho de decidir cómo destruirían el universo. [Pedro] Nicolás quería que todo acabara en una fiesta de luces y fanfarrias tan escandalosas que incluso en el pasado se escucharían las colisiones de galaxias. Arrio, de naturaleza más tranquila y espiritual, buscaba un final limpio, implosivo, que llevara al Ser a un quietismo eterno y una armonía inmóvil. [Neftalí_2] Arrio llegó sobre su caballo Luzbelén al primer gran rincón del mundo: el mayor nodo de comunicaciones de todo un continente. [Pedro_2] Si acaso pudiera esparcir su mensaje antes del 24 de diciembre, según el calendario humano occidental, los planes de Nicolás de perturbar el equilibrio cósmico se verían frustrados, puesto que, al no ser Cristo Dios, nadie querría seguir a ese nazareno de pelo largo en sus ataques terroristas a todas las instituciones (el banco extramundano, el fondo monetario intergaláctico y la organización de los noúmenos unidos).
En fin, luego Ángel añadió las suyas, después de lo cual expresó su sorpresa, ya que el cuento crecía, parecía seguir con vida: “¡¡¡No mames!!!! ¡¡¡¡Ya escribí yo también!!!!: el cuento sigue”.
Pero Neftalí se quejó con Pedro, que porque le tocó su partecita, que había sido un chingo, que su partecita, que había sido un chingo... En fin.
Entonces sugerí que cada turno consistiera en añadir una nueva línea y en editar el texto entero, como si cada quien fuera quien generara el texto entero. Así que añadí y edité; Pedro ya lo había hecho. Pensé que todo resulataría sin consecuencias. Pero no. Todos se quejaron: Pedro se sintió como portero inglés: porque se sintió embaucado por la mano invisible; Ángel sintió que dejé muy cortas sus líneas, etcétera, etcétera... Qué caray. A pesar de todo, defendí mi sugestión (y con eso los cambios que había hecho), nadie la suscribió. Volví a defenderla, igual respuesta.
Todo quedó en que añadiéramos líneas y líneas, que al final editáramos todos juntos. Así que continúamos: añadíamos líneas tras líneas, hasta que recordé que había un límite para el número de caracteres o el número de cuartillas. Nos pasamos, en ambas cosas. Así que sugerí que cada quien editara lo que teníamos, que todas las versiones se sometieran a votación para elegir cuál sería aquella que concursaría. Hice mi versión. Nadie más hizo la suya. Así que enviamos mi versión. No ganamos. Esta fue la versión. Los autores: Pedro Acuña, Enrique Ángel González Cuevas, Neftalí Báez y yo. Los hermanos Ríos no se animaron en esta cruzada.
Cruzada acariana
Para festejar el pasado bimilenario de la revolución religiosa, un reloj de arenavidad señalaría el fin del universo (diminutos ácaros de arenieve que peleaban entre sí: los muertos en la trifulca caían al fondo del reloj; ese era el tiempo: aquel que le tomaba a un acarito matar a otro acarito, distraído en matar a otro, este ocupado en matar a otro, este enajenado en matar a otro, este imaginando matar a otro, este catatónico, el enésimo intentando matar al primero...). Mientras Nicolás de Patara miraba, con vehemente atención y sonrisa demencial, los gránulos acarianos caer, Arrio se alistaba a montar su caballo para hacer llegar lo más pronto posible, a todos los rincones del mundo, el mensaje de que Cristo no era Dios. Cuando la arenavidad se agotara, todo acabaría en una fiesta de luces y fanfarrias noumeicas.
Arrio llegó sobre su caballo Luzbelén al mayor nodo de comunicaciones de todo el planeta. Si Cristo no era Dios, los planes de Nicolás de terminar el cosmos en una fiesta colosal se verían frustrados, ya que entonces la organización de los noúmenos unidos jamás podría ser enlazada para desencadenar las fanfarrias bullangueras. Desde el gran nodo, Arrio mandó una epístola electrónica ecuménica. El mensaje era claro: “Cristo no es Dios. Los noúmenos son inalcanzables”.
Los insurgentes arrianistas, que eran pocos, planeaban atacar la base de los nicolasistas, donde se encontraba aquel reloj estentorogénico. Nicolás bailaba en trance a fin de ver las cosas en sí, ahí donde mora Cristo, en fiesta permanente, gozo infinito, charanga apoteósica. Nicolás bien sabía de la carta: tenía espías por todo el orbe. Mientras bailaba para llegar a los noúmenos, ordenó a sus espías detener, mediante cualquier medida necesaria, los avances de la epístola arriana, la cual se encontraba saliendo, apenas unos milisegundos, de la primera etapa de procesamiento y comunicación.
Arrio se percató del primer enemigo contra su empresa: un interferente se trasladaba hacia él con rapidez formidable por la zona psíquica del universo. El espíritu de Arrio lo percibió de la forma en que sería más fácil combatirlo: lo vio como una quimera cinocefálica: la cabeza era completamente canina, el cuerpo era alargado y con aletas de pez, las patas y fuerza eran las de un toro cebado. Arrio se abalanzó sobre él; después de todo, esperaba dificultades en su misión; así que sacó una de sus armas más espirituales: suspendido en todo lo alto, con una psica larguísima y de una brillantez relampaguina, lanzó un corte diagonal. El interferente contuvo la hoja con su cola incorpórea acerada, girando rápidamente, dos veces. En el segundo giro, la cola golpeó la muñeca anímica de Arrio, lo que lo hizo perder la psica; así que, recuperando su psica al lanzarse sobre ella, desdobló su ánima 384 veces: un corro de 385 Arrios rodeó al interferente; uno de los Arrios se elevó cientos de metros encima de este; enseguida, más abajo, 4, luego 9, 16, 25, 36, 49, 64, 81, 100, formando una perfecta pirámide cuadrada. En tan solo un nanosegundo la pirámide quedó configurada. Trescientas ochenta y cinco psicas arremetieron contra el interferente. Y otra vez y otra vez y otra vez: 385 veces. El interferente sucumbió: la cabeza canina babeaba a mares y jadeaba fuertemente; el tronco escamado se convulsionaba de pronto; la cola estaba desprendida: yacía sobre el piso como una bolita de papel. Antes de volverse a unir, los 385 Arrios mandaron la misma epístola a cuantos seres pudieron, de tal forma que, aunque Nicolás lograra detener la carta de un Arrio, 384 más siguieran su trayecto.
Pero Nicolás tenía otros recursos para detenerla, algunos ya los utilizaba; quizá Arrio ya los combatía sin aún verse reflejados en su conciencia material. Sin embargo, algunos habitantes del mundo ya recibían la misiva: Ama de Hogar corrió a releer su biblia, luego buscó una cajita bajo su cama, extrajo un juego de navajas pequeñas, como si fueran una réplica en miniatura para niños; comenzó con una caricia sobre su muslo derecho. Xiudadano_5 no podía creer que recibiera un mensaje tan a su manera de pensar: le pareció un reflejo de su pensamiento, pero venido de otro lugar, como si su conciencia estuviera uniforme y radialmente distribuida. Se sintió un dios hibernado que recobraba conciencia de su divinidad. Salió al mercado con una bomba casera bajo el brazo. Materialista Gris tomó un sorbo de vino, pensando en la transubstanciación de él mismo en Cristo y luego Dios. Salió gritando a las calles que él era el Hijo de Dios.
La primera parte del plan arriano se había completado: el mensaje se esparcía virulentamente y se modificaba, tomaba vida propia; en el fondo, era el mismo: Cristo no es Dios. Convocó a dieciséis de sus más fieles hombres y se dirigió a toda prisa a la fortaleza patarense, esperando que ninguno quedara en la fe más que Nicolás. Sin embargo, al llegar, Arrio vio con vértigo, como a Nicolás lo acompañaban millones de seguidores, los cuales voluntariamente habían ofrendado su cordura a Nicolás, para no escuchar dentro de sus mentes el penetrante mensaje arriano. Los fieles de Arrio se multiplicaron por millones, y con un grito desaforado se lanzaron a la batalla... Sólo era cuestión de tiempo saber quién ganaría, el tiempo que le tomaba a cada fiel matar a otro fiel, distraído en matar a otro, este ocupado en matar a otro, este enajenado en matar a otro, este imaginando matar a otro, este catatónico, el enésimo intentando matar al primero...
Nota. Volvimos a concursar con este cuento. Yo creo que no ganamos otra vez: supuestamente era un concurso para seleccionr unos cuentos para una antología; supuestamente nos iban a avisar si quedaba o no entre los seleccionados; nunca nos enviaron mensaje alguno para avisarnos si sí o no. Cuando lo metimos al primer concurso era un solo párrafo. Para el segundo lo dividí en varios, como aquí arriba.